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"La percepción de un mundo real y con significados está íntimamente relacionada con el descubrimiento de lo sagrado. Mediante la experiencia de lo sagrado, la mente humana comprendió la diferencia entre lo que se revela a sí mismo como real, poderoso, rico y significativo y lo que no lo hace -por ejemplo, el flujo caótico y peligroso de las cosas, sus apariciones y desapariciones fortuitas y sin sentido-. La experiencia de lo sagrado, al dejar al descubierto existencia, significado y verdad, en un mundo desconocido, caótico y temible, preparó el camino para el pensamiento científico."
Por eso los fenomenólogos e historiadores de la religión son hoy los que están en mejores condiciones para "reconocer y descifrar las estructuras y significados religiosos de los mundos probados o de los universos imaginarios".
"Por medio de una hermenéutica competente historia de las religiones deja de ser un museo de fósiles, ruinas y "mirabilia" anticuadas, y comienza a hacer lo que debería haber sido desde un comienzo, para cualquier investigador: una serie de "mensajes" que esperan ser descifrados y comprendido... El interés de estos mensajes no es exclusivamente histórico. No sólo nos hablan de un pasado ya muerto, sino que nos descubren situaciones existenciales fundamentales que son directamente apropiables para el hombre moderno. La historia de las religiones puede considerarse entre las pocas técnicas propedéuticas y espirituales."

U15451 

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Por aquellos años, cuando se construían las primeras bóvedas góticas y se asistía al gran desarrollo de los cantares de gesta, mientras las escuelas teológicas florecían y triunfaba la dialéctica, fue que vivió Abelardo, "el único para el que se mostró evidente cuanto era cognoscible", según escribieron sobre su tumba quienes le dieron sepultura. Porque en ese momento de profunda fermentación cultural, Pedro Abelardo (1072-1142), oriundo de una villa fortificada cerca de Nantes, fue su figura más destacada o, al menos, l más brillante, aguda y polémica. Soportó constantes persecuciones y encarnizadas condenas: ni los concilios ni Roma lo vieron con buenos ojos. Sus enseñanzas fueron justamente celebradas y de sus escritos el más famoso es la Historia de mis desventuras. Esta autobiografía brinda un cuadro dinámico y comprometido de su época al tiempo que narra su atormentada y trágica pasión por Eloísa (para Huizinga, este relato constituye "el único testimonio que ha llegado a nosotros sobre el amor precortesano").

U15425 

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