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Aurelio Agustín nació el 13 de noviembre del 354 en Tragaste, ciudad de la provincia romana de África. Después de una vida espiritual y moralmente agitada, descrita por él mismo en sus Confesiones, recibió el bautismo en manos del gran obispo de Milán, san Ambrosio, en abril del 387. Desde ese momento la existencia de Agustín hasta su muerte, está consagrada al servicio del bien. Se le ha llamado "la gran lumbrera del mundo occidental que formó la inteligencia de la Europa cristiana". Y no sin razón. Nadie como él ha influido en la formación del pensamiento de la cultura occidental. Sus obras -pasan abundantemente el medio centenar- no han dejado jamás de ser estudiadas, y la frescura y actualidad de su ideario han hecho afirmar a uno de los maestros del pensamiento protestante, Harnack, que san Agustín es "el primer hombre moderno". El 28 de agosto del 430 fallecía en su sede episcopal de Hipona.

U16337 

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Queremos que el lector entre directamente en contacto con el fenómeno histórico del gnosticismo, las notas que lo caracterizan y el entorno de su nacimiento y primeros desarrollos. Además, nos aproximamos al gnosticismo como un hecho religioso particular que ha jugado un papel fundamental en los primeros siglos del cristianismo y en este sentido hemos tratado de rastrear sus orígenes y los diálogos y polémicas que ha protagonizado en el medio de las primeras manifestaciones cristianas y sus relaciones profundas con el judaísmo.
El hallazgo, edición y publicaciones muy recientes de documentos como El evangelio de Judas -con las controversias que ha levantado- y de una copia más completa del llamado Primer apocalipsis de Santiago invitan a encarar nuevos aspectos de la representación del gnosticismo en relación con los círculos de los discípulos más estrechos de Jesús el Nazareno, que se ofrecen de esta manera como los testigos más antiguos que se muestran como anillos inseparables de la progresiva conformación de un cristianismo originalmente caracterizado por la diversidad en la unidad en Jerusalén, Antioquía, Roma y Alejandría.

U16336 

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Hombres de la Iglesia, frase que deberá ser vivificada por los documentos sacados de la Historia eclesiástica, quiere expresar dos cosas. Significa, en primer término, que, a lo largo de los siglos, siempre ha habido hombres que han puesto el rico caudal de su personalidad humana al servicio de la Iglesia; más aún, que en tal servicio se han completado y desarrollado. En segundo lugar da a entender que desde los orígenes de la Iglesia existe una permanente tensión expectativa entre "hombres" e "Iglesia". Es que los hombres, con todo lo que abarca su complejo natural individual o socialpolítico, ya se encuentran dentro de la Iglesia, ya son llamados a la misma. En cambio la Iglesia es la Kyriake, esto es la Señora, porque Cristo es el Señor y al mismo tiempo "Esposo de la Iglesia".
A ella corresponde la misión de anunciar a través de todas las edades y a todas las naciones lo que Cristo, por manera señorial y magnífica, dispuso para el hombre. Y al Estado toca escuchar a la Iglesia. Pero tanto la evangelización como la obediencia deben cumplirse en tal forma que jamás se propasen o se confundan los límites de la independencia demarcados el Estado por Dios Creador, y por Dios Redentor a su Iglesia. Puesto que son los mismo seres humanos vivientes los que componen la Iglesia y el Estado, la cuestión de las justas relaciones entre éste y aquella será siempre difícil y de trascendental interés.

U16321 

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El mundo hispanoparlante tiene el honor y satisfacción de tener a mano en un volumen esta obra valiosísima de la Institución de la Religión Cristiana. Traducida y publicada originalmente en castellano por uno de los padres de la Biblia Reina Valera, Cipriano de Valera en 1597, fue reeditada por el infatigable editor español, Luis de Usoz y Río en 1858. En 1967 fue revisada por la Fundación Editorial de Literatura Reformada en Países Bajos en una edición manejable para el lector moderno.
Ahora, la casa editorial Nueva Creación presenta al creyente de habla castellano una edición integra, económica y de una tomo de esta indispensable obra. Se le ofrece al lector con la misma meta que la de Cipriano de Valera cuando escribió estas palabras a los creyentes perseguidos en España "... y que muchos, siendo instruidos por la Palabra de Dios, se conviertan a delas tinieblas a la luz para que reciban por la fe en Jesu-Cristo remisión de pecados, y la vida y bienaventuranza eterna".

U16324 

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