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"Cómo cristianos, creemos que esta etapa histórica de América Latina está vinculada íntimamente a la Historia de la Salvación". Dijeron los Obispos Latinoamericanos en Medellín.
Existe, pues, un reconocimiento oficial por parte de la Iglesia, para otorgar a las actuales circunstancias del Continente un valor y un status que los coloca dentro de los elementos con los cuales Dios quiere operar, y de hecho opera, el plan reductor para los hombres de esta parte del mundo.
Ya no se trata entonces, de hacer esfuerzos por una salvación en abstracto. Se trata, ahora, de una salvación que se encuentra en la vida, en las realidades concretas, tangibles y determinantes de la historia del hombre latinoamericano contemporáneo.

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El título "Números" viene del latín "Numeri", el que a su vez proviene del griego "Arithmoi". En hebreo el título es "En el desierto", que es la palabra más significativa (en hebreo es un solo vocablo) en las frases introductorias, según los rabinos. La tradición de llamar, al libro Números surgió de la cantidad de listas que aparecen en él, aunque éstas de ningún modo constituyen sus partes más importantes.

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La Reforma Religiosa ocurre, pues, en la ocasión precisa en que el cristianismo comienza a propagarse por estas tierras americanas. Este hecho algunos podrían calificarlo como una mera coincidencia histórica: incito a ustedes ahora, sin embargo, a considerarlo como un acto de providencia Divina, que forma parte de los designios eternos de Dios.
Durante el período de sesenta y tres años (1483-1546), comprendido entre el nacianceno y la muerte de Marín Lutero, se producen en el mundo cambios y transformaciones muy significativos. Mientras que Colón, Magallanes y Vasco da Gama ensanchaban los horizontes geográficos, estimulando así los apetitos coloniales. Copérnico produjo la gran revolución científica del siglo, dándose a conocer que vivíamos en un universo holiocéntrico. La economía dineraria se impone por doquier y el capitalismo empieza a tomar incremento. El individualismo se afana por arraigarse, los gremios medievales se echan a un lado para dar paso al sistema de libre concentración, iniciativa privada y libertad de trabajo.

Martín Lutero, y y todo cristiano cree, en el perdón de los pecados, en que los pecados son perdonados. Ya eso es afirmar algo de importancia extraordinaria y de trascendencia infinita. Ahora bien, ¿cómo son perdonados los pecados? Aquí está la gran cuestión. Los pecados se perdonan exclusivamente a la sombra de la Cruz del Calvario. Ahí es donde está la contestación a la pregunta formulada por usted. Permítame ahora recordarle aquel episodio bíblico en que traen a Jesús un paralítico. Nuestro Señor mira a este pobre paralítico y le dice: "Confía hijo, ten buen ánimo: tus pecados te son perdonados", y muchos murmuraban y decían: "¿Quién es éste qué esta diciendo blasfemias, quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?" Y en eso tenían razón. Nadie puede perdonar pecados sino sólo Dios. Pero en lo que no tenían razón es que ellos no identificaban a Jesús de Nazaret, aquel que decía: "Confía hijo, tus pecados te son perdonados" con Dios mismo. Entonces Jesís les dice : "¿Por qué pensáis así en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir a un paralítico: levántate, toma tu lecho y anda?; o decirle, tus pecados te son perdonados?" La implicación es que es más difícil decir a un paralítico "levántate, toma tu lecho y anda", que decirle a un hombre "tus pecados te son perdonados", porque eso únicamente, se consigue junto a la Cruz del Calvario, cuando el pecador acepta por fe el sacrificio expiatorio de Cristo. Eso es lo aparentemente difícil, pero es lo que está abierto de par en par para todos los hombres. Ni Lutero, ni ningún cristiano, puede cerrar lo que Dios ha abierto, que es el camino de la salvación, que es el perdón a todo hombre que viene y arrepentido se acoge a su misericordia. "Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se arrepienta y viva". Esa es mi contestación.

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Uno de los eventos más significativos con que el movimiento evangélico cerró el siglo 20 fue el Cuarto Congreso Latinoamericano de Evangelización (CLADE IV), que se llavó a cabo en las afueras de Quito, Ecuador, del 2 al 9 de septiembre de 2000, bajo el lema: El testimonio evangélico hacia el tercer milenio: Palabra, Espíritu y Misión, auspiciado por la Fraternidad Teológica Latinoamericana. El programa tuvo como coordenadas una serie de seis exposiciones bíblicas basadas en el libro Hechos de los apóstoles, seis ponencias interdisciplinarias (cada una de ellas alusivas al tema del día), dieciocho consultas paralelas, y cuatro paneles sobre temas de actualidad. El presente volumen recoge las ponencias presentadas por esteban Voth, Laura Sáa y Mervin Breneman en el primer panel, intitulado: "La guerra espiritual". El panel fue moderado por Roberto Caicedo, de Colombia,

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