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Hegel ha planteado un problema que nuestro siglo trata de resolver. El filósofo vivió el desmoronamiento de un mundo y el surgimiento de otro.
El método que elaboró para tratar de desentrañar los desgarramientos y las contradicciones de su tiempo -la dialéctica idealista- sólo puede ser comprendido si se parte de la experiencia viva y del drama experimentado que fueron los que suscitaron su exigencia filosófica.
Esa experiencia y ese drama deben primero ser restituidos en su complejidad y su totalidad.
El sistema hegeliano no es la conclusión de una especia de silogismo histórico a cuto término el idealismo absoluto de Hegel vendría a reemplazar, por necesidad lógica, al idealismo subjetivo de Fichte y al idealismo objetivo de Schelling. Aunque Hegel haya dado a este esquema la garantía de su propia Historia de la filosofía, la génesis de su pensamiento es infinitamente más rica: la identificación de las doctrinas no es más que un momento y por tanto es secundario.
El sistema hegeliano no es sólo la simple racionalización de una experiencia religiosa. Indiscutiblemente allí también el movimiento por el que la conciencia infeliz supera su propio desgarramiento al participar por una relación viva en una totalidad superior, ha proporcionado a Hegel uno de los puntos de partida de su pensamiento. Mas sería limitar y mutilar la doctrina si sólo se viera en ella una construcción filosófica de las estructuras descubiertas con anterioridad en las relaciones entre el hombre y Dios

U15587

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Los aristotelistas no encontrarán en este libro una nueva contribución a los progresos de sus investigaciones; hasta deplorarán tal vez que sus más recientes descubrimientos no hayan sido aprovechados en él; pero el destino y las dimensiones de este libro no han permitido que lo hiciéramos.
Importa ciertamente desarrollar nuestros conocimientos sobre el aristotelismo; pero de nada serviría ellos si, aparte de los especialistas, semejantes estudios interesan únicamente a algunos curiosos, si el pensamiento aristotélico dejara ya de constituir una de las bases de nuestra cultura, si en opinión del público cultivado y de los filósofos mismos Aristóteles apareciese como un fósil. Se han realizado provechosos esfuerzos a fin de demostrar la actualidad del pensamiento platónico: el pensamiento aristotélico no es menos digno de ese interés. Y si esta obra presenta una relativa originalidad -pues no es de hecho más que el retorno a una tradición muy antigua-, está ella constituida por la circunstancia de que, a pesar de un constante interés por el estudio del platonismo, su autor no ha dejado nunca de experimentar idéntica simpatía por el aristotelismo. Al suponer que Aristóteles es un verdadero filósofo y que se impone por consiguiente inquirir la unidad de su pensamiento, se aparta de aquellos que no ven en su obra más que retazos recosidos que nos ofrecen lo que se ha denominado un flickaristoteles; y por esta actitud cree él que se mantiene fiel al método de León Robin.

U15612

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La filosofía de Nietzsche está oculta en sus escritos, disfrazada por el esplendor de su lenguaje y de su estilo, dispersa en la inconexión de sus aforismos; y la figura del filósofo también aparece disimilada ("soy el mas cubierto de todos los encubiertos") por los diversos papeles que asumió a lo largo de su vida: crítico de la cultura, poeta grandilocuente, augur misterioso, genial diagnosticador de la decadencia, creador de una psicología penetrante, escrutador del sentido común de las formas expresivas del alma. Sin embargo, el núcleo de la obra nietzscheana es primordialmente una polémica filosófica: la denuncia de la violación de la realidad perpetrada por el pensamiento conceptual significa no solo la inversión y demolición de la metafísica occidental, sino también la enunciación de una nueva experiencia originaria del ser que emerge de entre las ruinas del racionalismo y tiene sus raícen en Heráclito. Si Hegel realizó el ensayo gigantesco de concebir la historia entra del espíritu como un proceso evolutivo en el que se hallan integrados todos los pasos anteriores y dio una respuesta positiva a ese legado, Friedrich Nietzsche representa la tendencia de signo contrario: la sospecha de que el camino recorrido por el hombre europeo a lo largo de dos milenios es u puro extravío, la repulsa de todas las tradiciones, la invitación a una radical vuelta atrás y a renunciar a todo lo que en el pasado se ha considerado como santo, bueno y verdadero. Eugene Finck señala que el único procedimiento para descubrir las claves últimas de ese pensamiento es disfrazarlo por múltiples máscaras, desfigurado por la tremenda subjetividad de su autor y carente de líneas regulares en su despliegue es repensar sus ideas filosóficas y entablar un diálogo directo con los textos en que se hallan enterradas: desee "El nacimiento de la tragedia" hasta "Ecce homo", pasando por el resto de su obra, en la que figuran "Así habló Zaratustra", "Mas allá del bien y del mal", "La genealogía de la moral", "Crepúsculo de los ídolos" y "El anticristo".

U15623

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