Este libro es una invitación, tal como lo haría mi viejo, con una sonrisa y ganas de disfrutar la compañía de quienes lo aman.
Quisimos que fuera un trabajo colectivo, una serie de historias contadas por sus protagonistas, cada uno con su estilo, como sería una conversación frente a un rico asado hecho por él.
Además aquí encontrarán algunos de sus sermones y estudios bíblicos en una fiel transcripción de sus notas y reflexiones.
"Nos Vemos Cuando nos Veamos... Pero no te Olvides de Verme" es el mejor título tomando una de sus frases más típicas... además, hoy más que nunca es una linda invitación. Nos veremos, cuando nos veamos...
Sean todos invitados a entrar a lo que esperamos sea un lugar de encuentro con el recuerdo de nuestro querido Manuel Hernández.
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El período de la historia de la teología que, en algunos de sus aspectos, estudiaremos en las páginas que siguen es uno de los más notables jamás vividos para la Iglesia Cristiana. El siglo XIX - que, juntamente con algunos años del XX, constituye el tema de nuestro estudio - muestra la confluencia de varias corrientes que resultan en una complejidad de ideas, en una carencia de uniformidad fascinante y sin embargo confusa, muy distinta de la teología de trescientos años antes, pero que, en cambio, recuerda la vida de la iglesia primitiva.
En el período patrístico, si algún teólogo era ortodoxo en cuanto a la persona de Cristo, gozaba siempre de cierta libertad respecto a otros temas doctrinales, tales como la expiación o la escatología. Esta libertad fue desapareciendo lentamente; en la Edad Media la tradición ya había tejido ya fuertes lazos, y en el siglo XVIII tanto los escritores católico-romanos como los protestantes se hallaban atados por lo detallado de sus credos. Al comenzar el siglo XIX, la situación era muy distinta. Durante las últimas tres o cuatro generaciones, los hombres han estado generando nuevas interpretaciones. Como consecuencia de ello, surge un nuevo interés en la teología, y este interés tiende a destruir el estancamiento en que ésta había caído.
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Tenemos el derecho y el deber de reflexionar en nuestros sufrimientos y alegrías de hoy, en nuestras dificultades y problemas, en nuestros logros y éxitos con las palabras de los protagonistas de la Biblia. Todas sus experiencias nos pueden ayudar a autocomprendernos, a leer con libertad nuestra historia, las etapas de nuestro camino.
Las páginas de la Biblia son aplicables a nuestros dolores y a los de aquellos a quienes amamos, a las certezas e incertidumbres nuestras y de quienes nos rodean, a las risas y a las lágrimas que compartimos en nuestra vida. Es, por lo tanto, un libro vivo porque nos descubre a nosotros mismos; nos descubre el sentido de nuestra vida.
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