Alguien ha llamado al Concilio "La Revolución Pacífica de la Iglesia Católica". Este libro no pretende probar la exactitud teológica de la frase. Pero lo cierto es que nosotros - los laicos católicos, la masa de la Iglesia - sentimos oscuramente que el Concilio está operando algo comparable a una revolución pacífica, y que esa revolución nos concierne muy de cerca. Y como amamos a la Iglesia, como nos sentimos envueltos en ese gran movimiento de renovación cristiana, tenemos hambre de saber lo que pasa en el Concilio.
Desgraciadamente, las dos principales fuentes de información sobre el Concilio son, o bien los artículos periodísticos, o bien los libros demasiado eruditos. Ahora bien, los artículos periodísticos, sólo nos revelan aspectos dispersos del Concilio. Y con mucha frecuencia se trata únicamente de los aspectos sensacionales - que rara vez coinciden con las realidades profundas -, e interpretados en una forma que tiende a sacarnos de quicio y a desquiciar nuestra idea del Concilio. En cuanto a los libros eruditos..., se quedan para los eruditos. La mayoría de nosotros no tiene tiempo, ni preparación, ni paciencia suficiente para leerlos.
¿Es posible hablar del Concilio sin olvidar lo principal, sin abultar desmensuradamente lo secundario, y sin aburrir? Yo soñé en un obispo, llamado Juan, que lo creía posible. Y para probar que tenía razón fue escribiendo una serie de cartas a los miembros de su diócesis - "sus hijos", como él decía -. a medida se iban desarrollando los acontecimiento en el Concilio.
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Dar a Dios, a través de la Iglesia, significa dar con alegría. Esto es, ofrecerle agradecidos parte de lo que Él ha puesto en nuestras manos: energías, tiempo, interés, dinero... Como toda actitud cristiana requiere un aprendizaje. Esta obra de Carlos T. Gattinoni, como su título lo indica, es el "manual" donde, nutriéndose de la doctrina bíblica, el cristiano aprenderá ofrendar y ofrendarse con alegría.
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Hermann Gmeiner tenía cinco años cuando murió su madre. Sintió en su propio cuerpo como se hunde el mundo del niño a la muerte de su madre. Pero aprendió que el final podía también ser principio. Una indomable energía, puesta de manifiesto en la casa, en el campo y en el pueblo, fue capaz de reconstruir el mundo del niño. El trauma de la experiencia infantil y su paulatina superación constituyen el fondo sobre el que desde ahora se proyectarán sus nuevas impresiones y que caracterizará todas sus actividades, reflexiones y sentimientos.
Su actitud fundamental frente a la vida es la que de cualquier labor, para tener realmente sentido, ha de estar encaminada a la creación de un hogar. Un hogar para los niños que lo han perdido, y también una patria espiritual para millones de personas que no quieren renunciar a la esperanza de un mundo más bello y mejor.
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Las presentes páginas son, sencillamente, una versión textual del "Catecismo Mayor" de Lutero, obra que éste publicó en el año 1529, y cuyo objeto y contenido permite darle el nombre de "Doctrina Cristiana Fundamental".
Según costumbre de su tiempo, el Reformador distribuyó su Catecismo en tres partes: Los Mandamiento o la Ley; el Credo o la Fe; y el Padrenuestro o la Oración. A estas partes añadió otra: Los Sacramentos.
El Catecismo Mayor no es una obra erudita, elaborada en la soledad del cuarto de estudio, sino que se compone esencialmente de los sermones que el Reformador vino predicando sobre las partes nombradas desde el año 1516. Más tardes, basándose en ciertas experiencias hechas, adaptó Lutero estos sermones a una exposición escrita metódica, breve y profunda. La idea de escribir una doctrina cristiana elemental para la infancia y la juventud había sido puesta en práctica por los Hermanos Moravos, que publicaron las "Preguntas o Cuestiones para Niños". Lutero y los demás guías de las naciente Iglesia Evangélica Alemana reconocieron, asimismo, la necesidad de educar a la nueva generación en los principios básicos de la fe y vida cristianas. - Prologo del Traductor.
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