Desde la primera "Bienaventuranza" de Jesús, los pobres no han dejado de ocupar un lugar de importancia céntrica en el pensamiento cristiano y en el pensamiento de occidente. Por épocas se intentó leer las palabras del testimonio bíblico de manera simbólica, analógica y alegórica. En otros momentos, en cambio, se propuso la más cruda pobreza como modelo de una verdadera espiritualidad. Hoy, en tiempos cuando la esperanza del creyente se cifre en expectativas bien concretas, la eliminación de la pobreza es un anticipo del Reino por el cual los hijos de Dios deben trabajar y luchar.
La pobreza nunca fue considerada como un fenómeno aislado, que pudiera ponerse entre paréntesis. Cuando los antiguos creían que la abundancia era parte de una paz con que Dios bendecía a sus elegidos, la pobreza fue una maldición. Pero Jesús fue pobre, y alcanzó la categoría de una virtud. Las ciencia sociales, desarrolladas a partir del siglo XIX, identificaron víctimas y victimarios en el fenómeno contradictorio de la pobreza dentro de un mundo donde las tecnologías permitían el despilfarro. Hoy, objetos de una nueva mística, los pobres sufren la misma miseria que siempre los marginó, pero son son envidiados por quienes ven en ellos el epítome de "pueblo". Tales son algunos de los vaivenes de un tema que recorre, como hilo vasto, toda la trama de la historia de nuestro pensamiento: misterio excelso, drama, lacra deleznable, justificación última.
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Este libro es ante todo una profundización erudita en el contenido de la doctrina del Nuevo Testamento sobre "El Bautismo del Espíritu Santo". En este sentido, el biblista recorre, en orden, las instancias críticas en os escritos fundacionales del cristianismo: Juan el Bautista, el bautismo de Jesús, Pentecostales, los hechos de los apóstoles. Pablo, Juan, hebreos, Pedro. Y en cada caso encontramos un análisis exhaustivo de los textos y elementos acumulados en el curso de la investigación, para comprender la descripción del concepto bíblico según los diferentes autores. Un trabajo cuidadoso, metodológicamente impecable, iluminador, riguroso.
James G. Dunn se propone con este estudio un doble objetivo. Por un lado, extraer del texto bíblico los criterios para una crítica evangélica de la doctrina y la práctica que del bautismo del Espíritu Santo hacen las Iglesias pentecostales. Por otro, recuperar para todo el cristianismo el énfasis pentecostal del cual estas iglesias dan testimonio y ejemplo para la revitalización de su vida y misión.
Así, como puente por donde transitar hacia el encuentro y el diálogo, esta obra constituye un aporte muy valioso que ningún cristiano que piensa -pentecostal o no- puede ignorar, so pena de persistir en una creencia y práctica que se aleja, por exceso u omisión, del testimonio bíblico.
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El mundo vive hoy un intenso proceso de transición y de cambios. La historia actual ubica como los grandes temas del siglo XX a la violencia desatada, el colapso de las ideologías, la amenaza ecológica, el renacimiento de los nacionalismos y de los integrismos religiosos. Ello se da en circunstancias que América Latina, se encuentra entregada en un común afán por encontrar fórmulas de solución para las necesidades e inquietudes el hombre y las sociedades de nuestro tiempo.
Esta realidad nos sitúa ante un gran reto histórico: acometer con urgencia, audacia e imaginación la superación de la crisis. Para ello tenemos que replantearnos las ideas y concebir con otro prisma la historia. Debemos revisar los grandes temas a los que se liga el futuro del continente: el contexto global en que tendrá lugar nuestra inserción internacional y sus desafíos; las condiciones para reforzar la cooperación regional; los contenidos de una estrategia de desarrollo que garantice un crecimiento dinámico y sostenido los programas apropiados para eliminar la pobreza y ampliar la igualdad de oportunidades, y las opciones y pasos necesarios para consolidar y profundizar la democracia en América Latina.
Con este libro, la Comisión Sudamericana de Paz aspira a incentivar, en los lectores, el debate y la reflexión en torno de la realización de un proyecto de futuro tanto deseable como posible.
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Pueblo, Comunidad, Evangelio: tres palabras preciosas, llenas de experiencias y de esperanza, para las mayorías pobres de esta América morena. Tres palabras amenazadas de exclusión o manipulación, por minorías dominantes en la sociedad y las iglesias.
Tres palabras en este orden: Pueblo, Comunidad, Evangelio. No como el único orden posible y necesario, sino como el más urgente de rescatar en el tiempo que vivimos. No el orden que parte de doctrinas y leyes abstractas de iglesias bien instaladas, para recuperar a los pobres en sus filas. Sino el que parte de la vida, pasión y esperanza de los mismos pobres, porque aquí sopla libremente el Espíritu: el único que puede renovar la faz de la tierra, incluida la indispensable vitalidad de las iglesias cristianas.
Esta es la lógica profunda, éste es el horizonte, con que he pretendido redactar - entre el 91 y el 93, los años de los 500 y de Santo Domingo - estos nuevos "Escritos Eclesiológicos".
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