Eusebio de Cesárea es el hombre que mejor supo captar, en su momento histórico, el significado de los signos de su tiempo y dejar constancia de ello en sus numerosos escritos. Como bien dice Lightfoot, "dejando aparte su doctrina, Eusebio merece el más alto crédito por su inteligente selección de los temas que podrían tener un interés permanente para las futuras generaciones. Vivía en los confines de dos épocas, separadas una de otra por una de esas muchas líneas de demarcación que sólo aparecen con intervalo de varios siglos. Eusebio vio la magnitud de la crisis y se apoderó de la oportunidad. El, y solamente él, preservó el pasado en todas sus fases, en historia, en doctrina, en criticismo, incluso en topografía, para instrucción del futuro". La Historia eclesiástica en este sentido es paradigmática.
A comienzos del siglo IV, la Iglesia entraba en una era enteramente nueva y necesitaba tomar conciencia de sí misma, en extensión y en profundidad, volviendo la vista a su pasado para mejor proyectar su fututo, en una fidelidad absoluta a su propia identidad. Eusebio, convertido por su genio en realizador de esta empresa, utiliza para ello el método histórico practicado por la filología alejandrina, y así va recogiendo del pasado eclesiástico y reuniéndolo en un todo, hasta formar diez libros, todo cuanto, a su juicio -personas, instituciones, escritos, acontecimientos, etc.-, merecía y podía ser salvado para la posteridad.
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