El Nuevo Testamento no es un libro, pues, en el que debamos buscar primeramente la forma literaria. Valor literario tiene, y mucho. Pero este está supeditado a otros. El lenguaje de las figuras y expresiones literarias o filosóficas está en el servicio de un bien superior: Mostrar a los hombres el camino que, de lo humano lleva a lo divino, a través de la Vida, Muerte, y Resurrección de Cristo. Por eso, el Nuevo Testamento es eminentemente un volumen de inspiración oral y espiritual. En él buscamos alimento para el alma, orientación para la vida noble, móvil para nuestra acción de cada día. Dentro del mismo, se mueve una figura: la de Cristo. Hallar esta persona, es nuestro móvil principal al leer y estudiar este libro, que, escrito en griego popular, y acribillado de figuras y pensamientos de ropaje judeo-heleno-latino, viene a nosotros con un mensaje que brota del propio corazón y Espíritu de Dios.
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