El protestantismo es en Francia, según una expresión clásica, "más célebre que conocido". Muchos lo ignoran con serena indiferencia; otros le prestan una simpatía un tanto distante que no llega hasta informarse de sus posiciones esenciales en el orden del pensamiento o de la vida; la mayoría lo condena como revolucionario por su peligroso amor a la libertad, o como rezagado, por su adhesión al Evangelio. Todos lo juzgan pero, ¿Cuántos lo conocen?
Además, se sabe, más o menos, lo que no es, vale decir, se conocen relativamente los puntos que lo separan del catolicismo, pero no aquello que es en sí mismo, en su substancia cristiana, en su fondo religioso, en su actitud moral y social. Se ignora lo que son sus Iglesias, su culto, su piedad, su concepto de la vida cristiana; se ignoran qué principios presiden su evolución y su historia, y qué actitud asume frente a los grandes problemas a cuya solución se ve abocado el mundo moderno.
Todo esto quisiéramos exponerlo aquí en forma bien sencilla, sin pretensión alguna de erudición histórica i teológica; pero con el cuidado, sin embargo, de ir al fondo de los asuntos y de no contentarnos con una consideración precipitada y superficial. Hablaremos en forma positiva, exentos de todo vano anhelo de controversia, y nos esforzaremos en definir el protestantismo por lo que es, más que por lo que no es, porque el alma protestante, como todas las almas humanas, vive de lo que asimila y no de lo que rechaza, de lo que cree y no de lo que niega.
U13501