Delinear la vida y pensamiento de mi padre es tarea grata, muy difícil. La cercanía de su testimonio y las vivencias tan fresas en la mente pueden llevarme a magnificar la figura y perder sentido de proporción. Sin embargo, este pastor no necesita ni juicios parciales, ni defensas. Su mejor testigo es su propia obra, vivida al fragor de un ministerio de verticalidad y compromiso evangélico. Carmelo Alvarez Pérez no fue un pastor que midió su misterio por el éxito y la fama. La midió por la obediencia y la entrega. Hasta la muerte se aferró a sus profundas convicciones críticas. No hubo amargura en medio del sufrimiento, sino resignación esperanzada. Vislumbró la cercanía de Dios.
U13236