La promesa bíblica de una nueva tierra y de un nuevo cielo en el cual el amor, la paz y la justicia prevalecerán, nos invita a actuar en la historia como cristianos. El contraste de esa visión con la realidad de nuestro día revela la monstruosidad del pecado humano, el mas desatado por el rechazo de la voluntad liberadora de Dios para la humanidad. El pecado que aleja a las personas de Dios, de sus semejantes y de la naturaleza, se manifiesta en formas individuales y corporativas, como también en la esclavitud de la voluntad humana y en las estructuras sociales, políticas, y económicas de dominación y dependencia.
La Iglesia es enviada al mundo para llamar a las gentes y a las naciones al arrepentimiento, para anunciar el perdón del pecado y un nuevo comienzo en las relaciones con Dios y los semejantes por medio de Jesucristo. Este llamado evangelístico tiene una nueva urgencia en el día de hoy.
En un mundo donde aumenta constantemente el número de personas que no tienen oportunidad de conocer la historia de Jesús ¡cuán necesario es que la vocación testificadora de la Iglesia sea multiplicada!
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