La sociología religiosa en América Latina se inicia bajo el ángulo de lo que, más que sociología religiosa, podríamos llamar, sociografía de lo religioso. En efecto, se procura indagar cuál es la proporción de práctica religiosa existente; dónde, es decir, en que lugares geográficos y sociales se consiguen los mayores o los menores "resultados"; dónde u cómo están distribuidos los "agentes" religiosos, esto es, sacerdotes, religiosas, militantes; cómo se realiza su reclutamiento... He aquí su temática.
Se esperó mucho, se esperó demasiado de ese trabajo. Los episcopados nacionales, con rara unanimidad, tuvieron la preocupación, a veces efímera, de crear comisiones y oficinas destinadas a este tipo de investigaciones.
Ello contrastaba a veces con una paralela despreocupación por un mejoramiento equivalente del pensamiento teológico pastoral. En realidad, se pensaba en ambas cosas como disociables. Se llegó a creer que bastaba una nueva distribución de los factores religiosos (acrecentado por el flujo de personal y bienes provenientes de los países cristianos más desarrollados) para solucionar los graves problemas de una religión disociada de la vida real, personal, social y política.
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