Hace tantos años... en 1968, yo visité los campos de concentración que los nazis ""organizaron en Polonia. Todo se conservaba como en el día de la liberación: las maletas con los rótulos, los redondos anteojos de alambre, algunas ropas, las horribles cuevas donde dormían las mujeres, las cámaras de gas... los muertos seguían bien muertos.
Me pareció que se perpetuaba el recuerdo del crimen y la muerte. Y lo dije: ¿por qué no construir aquí una ciudad, donde hombres y mujeres trabajen, se amen y nazcan muchos niños que ofrezcan al mundo la imagen de una victoria más hermosa aun que la de los ejércitos? Eran bien capaces de eso los polacos, que habían reconstruido Varsovia, ladrillo por ladrillo, hasta imprimirles la misma "pátina del tiempo". Nos mostraban un templo de 1950 y decían, sin mentir: "esta iglesia tiene ya siete siglos"...
Veinte años después, de una manera diferentes y extraña, realizamos algo bien parecido a aquel sueño doloroso y esperanzado.
Mauricio López, nuestro querido amigo, el bondadoso, el hombre de la paz, el sabio sin estridencias, caminador del mundo, amador de la gente de cualquier pueblo, el que pudo decir: he vivido y no he hecho daño a nadie... fue secuestrado y asesinado en 1977. Los supimos en su silencio hecho de respeto y también de miedo.
Pero su pensamiento y su obra -es decir, su vida- no fueron destruidos. Y Mauricio López comienza su regreso con estos libros, que no serán los únicos. A los asesinos nadie los recordará, si no es con asco. Ellos son los muertos. Mauricio vive. Para que sean otra vez verdad aquella palabras sagradas: "¿Donde está, muerte, tu victoria?".
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