La época en que vivió san Cirilo de Jerusalén (siglo IV) era fecunda en errores doctrinales que amenazaban con destruir la unidad de la Iglesia y de hecho ya separaban en gran parte a muchos cristianos. Al mismo tiempo, y en relación con lo primero, era el momento de los grandes concilios que trataban de fijar con precisión el dogma cristiano.
Por eso no debe extrañar que la Catequesis de Jerusalén ponga toda su fuerza y su empeño en lograr la exactitud dogmática y la adhesión incondicional del discípulo a la profesión de fe que se le confía.
Estas Catequesis siguen teniendo su actualidad porque al mostrarnos de una manera muy viva cuál era la preocupación y la exigencia de nuestros primeros hermanos cristianos cuando se trataba de conferir los sacramentos de la iniciación cristiana, nos ayudan en el constante trabajo de renovación para anunciar la palabra de Dios a los hombres de nuestro tiempo.
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