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Miércoles, 29 Septiembre 2021 15:39

Servir a los pobres con alegría / Agustín de Hipona - Donación Susana Vignolo Rocco

La fe sin obras es una fe muerta, y para estar viva y operante le es menester el amor. El objeto privilegiado de nuestro amor lo constituyen los pobres, todos los pobres.
Amarlos no resulta fácil: las palabras de consuelo no bastan, nos sirven más a nosotros que a ellos. Es preciso, en cierto modo, que nos volvamos pobres nosotros mismos, que consigamos aquella humildad que nos impide humillarlos porque nos pone a su mismo nivel.
Amarlos es un acto de gratitud: la fe nos dice que los pobres perpetúan el misterio de la encarnación, el misterio del Hijo de Dios, que "siendo rico se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza". Sirviendo a los pobres, estamos dando gracias a Cristo, que se puso al servicio de nuestra alegría.
Amarlos es, por último, un acto de esperanza: seremos juzgados sobre el amor, "seremos tratados por Dios del mismo modo en que hayamos tratado a los últimos de la tierra".
En torno a estos motivos gira la reflexión de cuatro santos, de cuatro Padres de la Iglesia, de cuatro testigos de las comunidades cristianas de los primeros siglos: Agustín, Juan Crisóstomo, Gregoria Nacianceno y Gregorio de Nisa.
Sus textos sobre el amor a los necesitados, recogidos en este volumen, ayudarán a nuestra fe a captar la presencia del Jesús pobre en los pobres, servirán de estímulo a nuestra caridad para socorrer de manera concreta y alegre el Jesús hambriento en los hambrientos, desnudo en los desnudos, vagabundo en los que no tienen techo, enfermo en los enfermos, encarcelado en los presos. Y, sobre todo, nos indicarán cómo crear en nosotros mismo un corazón de pobres, semejantes al corazón del Señor Jesús.

U16281 

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