El primer liberalismo latinoamericano se remonta al siglo XVIII, con los iluministas franceses, y es adoptado por los criollos que identifican sus ideas liberales con el catolicismo, pero no con la democracia. A la formación de las logias francmasónicas que habían penetrado en América Latina durante la centuria, respondieron diversas bulas antimasónicas como la de Benedicto XIV: la Providus (1751), y una encíclica importante la Humanum Genus (1884), expedida por León XIII. El ataque de la Iglesia católica ala francmasonería se debió tanto a la identificación de católicos con monarquistas como a la relación de francmasones con liberales. A mediados del siglo XIX ocurrió una verdadera explosión de asociaciones liberales en la región. Ya fueran escuelas protestante o logias francmasónicas (además de mutualistas o espiritistas), sus aulas eran verdaderos laboratorios democráticos en los que sus miembros practicaban la política, ejerciendo su soberanía como ciudadanos.
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