El estudio de la historia de las religiones difícilmente puede tener la pretensión de ser considerado como unos de los poderes espirituales promotores de nuestra época. Solo dentro del ámbito académico esta materia es reconocida como una disciplina sui generis. Enseñada en las aulas, discutida en congresos y acumulada en revistas científicas, la historia de las religiones goza del aprecio de aquellos que ya de pos sí se dedican a ella. Pero ella ha sido eliminada de la discusión pública y de la controversia viva, a semejanza de todo lo que cae preso del pensamiento especializado.
Y, sin embargo, constituye la religión una de las grandes e incomparables preocupaciones de la vida histórica. Pertenece a las fuerzas que han creado mundos y los han mantenido en un movimiento perpetuo.
Pocas cosas habrá en el dominio de lo humano que no hayan brotado de una raíz religiosa o no hayan sido plasmadas por impulsos religiosos. Aun donde la religión ha dejado de expresarse en forma directa, sigue haciéndolo indirectamente, y no por eso disminuye su efecto. Representaciones secularizadas, desarraigadas solo en apariencia del suelo religioso, suelen influir muchas veces con mayor eficacia en la conducta de los pueblos y unirse más profundamente a lo irracional, que aquellas que se muestran hermanadas con el dogma.
U16305