En la obra de Teilhard de Chardin, única como pocas y en cualquiera de sus partes inconfundibles, se admiten claramente dos partes: una que gira en torno a el fenómeno humano y la que podría tener por centro el medio divino. Paso una para alcanzar la otra, la que llega a lo más profundo del meditar de un hombre para quien la fe lo era todo: la que expresa su sentimiento religioso.
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