En América Latina, las inmigraciones de contingentes protestantes y el trabajo misionero crearon situaciones y bolsones de diásporas evangélicas en un contexto mayoritariamente católico, surgiendo así un empleo renovado de la antigua conceptología bíblica de la diáspora, pero frecuentemente desnudada de su contenido teológico y reducida al componente técnico-geográfico del término.
La búsqueda del sentido teológico neotestamentario del concepto bíblico de diáspora remite a la existencia permanente y esencial de la iglesia como diáspora -minoría dispersa en el mundo- con una misión. Entrando en diálogo con las ricas tradiciones teológicas y eclesiológicas de todas las iglesias cristianas, este sentido puede suministrar una interesante orientación para la concreción del testimonio actual que estas iglesias están llamadas a dar.
Sobre el trasfondo de la resignificación de diáspora en el Nuevo Testamento mismo, la característica esencial de la situación de diáspora consiste en la posibilidad de sembrar el evangelio; con una serie de concreciones tales como la conciencia de ser una minoría confesante con un mensaje singular de salvación; el mandato de proclamar a Jesucristo como Señor y Salvador; el amor y el servicio al prójimo; el ministerio profético de la denuncia que amenazan y destruyen la vida; la construcción de comunidad solidaria, en la que se vive y se celebra la presencia de Dios en su Palabra y los sacramentos.
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