Ninguna generación sintió tan dolorosamente como la nuestra la escisión de la unidad cristiana. Ninguna época se esforzó tanto para poner remedio a este mal que aflige a la Iglesia. Recuérdense sino las laboriosas discusiones de los teólogos de nuestro tiempos, el impresionante movimiento de solidaridad en las persecuciones de que han sido objeto las distintas confesiones cristianas bajo las modernas dictaduras materialistas y ateas, las innecesarias oraciones y sacrificios de todos los fieles cristianos en favor de la unidad.
El deseo de la unión en una misma fe que hasta ahora sólo animaba a un reducido núcleo de almas generosas dentro de la cristiandad, se ha convertido, por obra de juan XXIII, en anhelo de la Iglesia universal. El Concilio Vaticano II en el sentir del sumo pontifica ha de construir "un maravilloso espectáculo de unidad, verdad y caridad tal, que al contemplarlo, aún los que viven separados de esta sede apostólica sentirán una suave invitación que los mueve a buscar y lograr la unidad por la que Jesucristo dirigió al Padre celestial sus ardientes plegarias". Estas palabras de ardiente esperanza que pueden leerse en la encíclica As Petrí cathedram constituyen la mejor justificación de la presente obra. Su autor, profesor de teología fundamental en la universidad de Tubinga, y que uno a un vasto saber filosófico y teológico la práctica pastoral, un profundo conocimiento de los temas de actualidad y, sobre todo, un auténtico amor a la Iglesia, pretende contribuirá esclarecer lo que la Iglesia y el papa esperan esclarecer del Concilio. Kung trata de que los cristianos comprendan el alcance del Concilio y hasta qué punto lo que decrete afecta a todos los cristianos, pues de la renovación de éstos en el espíritu de Cristo ha de brotar la aurora de unidad.
U15457