Kolakowski plantea un terreno común desde desde el cual "catolicismo aperturista" y "humanismo ateo" pueden establecer una colaboración fecunda para dilucidar qué es lo vigente y qué lo caduco en las tradiciones cristianas.
Pero el estudio de los valores cristianos en modo alguno constituye para el autor un problema de limitados alcances académicos. Es que en Polonia, su patria, durante siglos ha imperado un catolicismo clerical, fanático y obtuso, que ha oprimido y esterilizado toda la cultura nacional. En ese contexto político social, Kolakowski considera estéril la actitud del ateísmo vulgar, que niega todo valor al cristianismo. Y ello es tanto más cierto cuanto que "sólo el estudio humanista, orientado en sentido racionalista y laico, el estudio de la historia de la Iglesia y de la ciencia de la religión, abren horizontes que, desde el punto de vista católico, son casi inalcanzables".
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