Aunque nos separan catorce siglos de la vida de Gregorio Magno (540-604), es mucho lo que este maestro de síntesis de la patrística occidental nos puede enseñar a los cristianos de finales del siglo XX.
Gregorio, el de familia senatorial, el perfecto de Roma, el monje, el diácono legado papal, el Papa, tuvo que dar respuesta a interrogantes ineludibles que le presentaba su tiempo: el del nacimiento de Europa.
Su pastoral se distinguió siempre por su equilibras, fidelidad, discernimiento prudente, espíritu desprendido, sentido de la responsabilidad y oportunidad, amor al orden y a la justicia. Se le ha llamado el Papa de la caridad llegando a convertir los bines de la Iglesia en los bienes de los pobres. Su humildad, nacida de una profunda armonía entre contemplación y acción, le hizo tomar el apelativo de siervo de los siervos de Dios.
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