Jerónimo fue un conocedor experto de la Biblia, a cuyo estudio se dedicó con gran intensidad durante su larga vida. Después de una experiencia de vida monástica en el desierto de Calcis, en Siria, aparece en Roma como asesor del papa Dámaso y entra en contacto con diversas personas que anhelan vivir en la virginidad y el ascetismo. No faltan quienes atacan y contradicen a estos grupos y tratan de desvirtuar sus ideales. En estas circunstancias escribe el santo un opúsculo lleno de vigor y entusiasmo sobre "La perpetua virginidad de María", contestando a un tal Helvidio.
En este escrito san Jerónimo, aportando sus vastos conocimientos de exégesis bíblica, expone con ardor la doctrina acerca de la virginidad de María y su estrecha relación con el carisma de la virginidad consagrada que florece en el seno de la Iglesia.
Es preciso acercarse a estas páginas con buena voluntad y con espíritu de comprensión. Nos resultará, seguramente, excesiva la mordacidad del escritor, pero no dejará de impresionarnos la personalidad incomparable de Jerónimo que, aún a distancia de siglos y entre el contraste de luces y sombras, a nadie deja en la indiferencia. Las voces que han sido compradas a los rugidos de un león, acaban por hacerse cálidas y suaves cuando se despide de sus lectores, considerándose como el "siervo" que ha tenido la dicha de verse involucrado en la causa que afectaba a la "Madre del Señor".
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