Nuevas condiciones políticas y económicas pusieron fin a la "era de los altos ideales". La peste bubónica, que despobló regiones enteras, sembró el pavor en toda Europa. La muerte se volvió el tema principal de la predicación cristiana. El papado cayó en el descredito al pasar primero por a "cautividad babilónica" de Aviñón, después por el Gran Cisma (cuando llegó a haber tres papas al mismo tiempo) y por la serie indigna de los papas del Renacimiento. Buena parte de la Iglesia se corrompió de igual manera. Constantinopla, el viejo baluarte cristiano, cayó en poder de los turcos. Pero en medio de todo ello hubo un ímpetu reformador, en el que hallaron eco las palabras de Savonarola, Wyclif, Hussb y otros.
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