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Jueves, 26 Diciembre 2019 16:30

Martín Lutero y la lucha de la reforma / Alfonso Martínez Hidalgo - Donación Ana Rita, Carlos, Rubén Pagura Alegrí

La Reforma Religiosa ocurre, pues, en la ocasión precisa en que el cristianismo comienza a propagarse por estas tierras americanas. Este hecho algunos podrían calificarlo como una mera coincidencia histórica: incito a ustedes ahora, sin embargo, a considerarlo como un acto de providencia Divina, que forma parte de los designios eternos de Dios.
Durante el período de sesenta y tres años (1483-1546), comprendido entre el nacianceno y la muerte de Marín Lutero, se producen en el mundo cambios y transformaciones muy significativos. Mientras que Colón, Magallanes y Vasco da Gama ensanchaban los horizontes geográficos, estimulando así los apetitos coloniales. Copérnico produjo la gran revolución científica del siglo, dándose a conocer que vivíamos en un universo holiocéntrico. La economía dineraria se impone por doquier y el capitalismo empieza a tomar incremento. El individualismo se afana por arraigarse, los gremios medievales se echan a un lado para dar paso al sistema de libre concentración, iniciativa privada y libertad de trabajo.

Martín Lutero, y y todo cristiano cree, en el perdón de los pecados, en que los pecados son perdonados. Ya eso es afirmar algo de importancia extraordinaria y de trascendencia infinita. Ahora bien, ¿cómo son perdonados los pecados? Aquí está la gran cuestión. Los pecados se perdonan exclusivamente a la sombra de la Cruz del Calvario. Ahí es donde está la contestación a la pregunta formulada por usted. Permítame ahora recordarle aquel episodio bíblico en que traen a Jesús un paralítico. Nuestro Señor mira a este pobre paralítico y le dice: "Confía hijo, ten buen ánimo: tus pecados te son perdonados", y muchos murmuraban y decían: "¿Quién es éste qué esta diciendo blasfemias, quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?" Y en eso tenían razón. Nadie puede perdonar pecados sino sólo Dios. Pero en lo que no tenían razón es que ellos no identificaban a Jesús de Nazaret, aquel que decía: "Confía hijo, tus pecados te son perdonados" con Dios mismo. Entonces Jesís les dice : "¿Por qué pensáis así en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir a un paralítico: levántate, toma tu lecho y anda?; o decirle, tus pecados te son perdonados?" La implicación es que es más difícil decir a un paralítico "levántate, toma tu lecho y anda", que decirle a un hombre "tus pecados te son perdonados", porque eso únicamente, se consigue junto a la Cruz del Calvario, cuando el pecador acepta por fe el sacrificio expiatorio de Cristo. Eso es lo aparentemente difícil, pero es lo que está abierto de par en par para todos los hombres. Ni Lutero, ni ningún cristiano, puede cerrar lo que Dios ha abierto, que es el camino de la salvación, que es el perdón a todo hombre que viene y arrepentido se acoge a su misericordia. "Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se arrepienta y viva". Esa es mi contestación.

U15082

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