Muchos de estos comentarios han sido en la Iglesia, en la misa del domingo. Otros, en un rancho de paja que tenemos frente a la Iglesia, para las reuniones y el almuerzo comunal después de la misa. Ocasionalmente hemos tenido la misa y el diálogo del evangelio al aire libre en otras islas; o en un pequeño caserío de la costa de enfrente al que se llega navegando por un bello río en medio de una vegetación muy tropical.
Cada domingo se reparten primero ejemplares de los evangelios a cada uno. A los que saben leer; hay quienes no saben, sobre todo los de más edad, o porque son de islas más alejadas de la escuela. Alguno de los que lee mejor (que generalmente es un muchacho o una muchacha) lee en voz alta el pasaje entero que vamos a comentar. Luego lo vamos comentando versículo por versículo.
Mejor dicho, el verdadero autor es el Espíritu que ha inspirado estos comentarios (los campesinos de Solentiname saben muy bien que él es el que los hace hablar) y que es el mismo que inspiró los evangelios. El Espíritu Santo, que es el Espíritu de Dios infundido en la comunidad, y que Oscar llamaría el espíritu de unión de la comunidad, y Alejandro el espíritu de servicio a los demás, y Elbis el espíritu de la sociedad futura, y Felipe el espíritu de la lucha del proletariado, y Julio el espíritu de la igualdad y la comunidad de bienes, y Laureano el espíritu de la revolución, y Rebeca el espíritu del amor.
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