El profeta Muhammad es la Gloria de la humanidad. Durante los catorce siglos que han transcurrido, muchos pensadores, filósofos, científicos y eruditos, cada uno con una estrella radiante en nuestro mundo intelectual, han permanecido de pie tras él en señal de respeto y admiración, y se han enorgullecido de pertenecer a su comunidad.
Es suficiente para apreciar y entender su grandeza que incluso después de tantos ataques recibidos, todavía oigamos las palabras "atestiguo que Muhammad es el Mensajero de Dios" en los alminares y minaretes de todo el mundo cinco veces al día. Nos alegramos mucho cuando su nombre es proclamado desde los minaretes, como así lo hacen los muertos y otros seres espirituales. A pesar de los esfuerzos concertados para corromper a nuestra gente joven y de este modo pervertirla, ellos siguen dirigiéndose sin cesar hacia él, aunque no puedan percibir la realidad de Muhammad en su totalidad.
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