Como parte que es de la sociedad, la Iglesia no está libre de las contradicciones de este mundo. Entre otras, existen las contradicciones de las Iglesias ricas de los países desarrollados con las iglesias pobres de los países en desarrollo. Al mismo tiempo, al interior de una comunidad local de la Iglesia, en cualquier parte, existe muy a menudo un gran abismo entre el ingreso, los bienes y las riquezas de sus miembros, que sin embargo se llaman a sí mismos hermanos y hermanas en Cristo.
Estas son algunas de las razones que explican un nuevo fenómeno de los últimos tiempos: al margen de las iglesias oficiales han surgido nuevas comunidades cristianas en la que se ponen a prueba nuevos valores de vida, tendientes a darle una respuesta al dramático problema de los pobres y de la pobreza. Cada vez es más clara la conciencia de que una iglesia sin los pobres es un lugar abandonado por Jesús.
Hacia allí se encaminan los planteos de este libro. Los pobres son aquellos que fueron llamados por Jesucristo para ser herederos del Reino. La fuerza histórica de los pobres es hoy más viva que nunca. La participación de las iglesias en el desarrollo debe ser entendida como un acto de solidaridad con sus expectativas, dolores y esperanzas y con sus esfuerzos por construir una sociedad mejor.
Las tareas del desarrollo no son para los pobres, sino que serán realizadas por ellos y con ellos cuando se transformen en reales participantes del proceso histórico que lleva a la justicia y a la liberación.
U14490