Más de cincuenta años han pasado, desde que esta lastimosa historia de persecución de hermanas y monjas de los conventos, por parte de los sacerdotes, fue declarada por una monja, cuyo corazón estaba destrozado y cuyo espléndido trabajo en favor de los irlandeses analfabetos quedara destruido. Sin embargo, la misma condición prevalece y seguirá prevaleciendo, porque Roma, la iglesia infalible de los papas infalibles, no cambia.
No necesitamos, por tanto, volver a los ojos a Roma buscando algún mejoramiento de las condiciones en que se encuentran los monjes y monjas de sus conventos.
En nombre de aquellos cuyas manos se encuentran atadas por el ignominioso juramento de obediencia ciega, cuyos labios se encuentran sellados por la ley católica que les prohíbe buscar la protección de la ley civil. Yo, que usé el velo negro durante siete largos años, y que con gozo he abandonado mi prisión espiritual hacia una vida normal y feliz, apelo a vosotros, pueblos americanos, en demanda de una "nueva oportunidad" para las "mujeres olvidadas" en los conventos de Roma.
U14264