La renovación litúrgica actual ha puesto en primer plano la función de la palabra. Sobre ella se interrogan los pastoralistas, tratando de iluminar su problemática desde el campo de la teología, de la filosofía del lenguaje y de psicosociología. La experiencia está demostrando que hay que llegar a la comunicación personal para lograr aquella participación activa, consciente y fructuosa que quiere la iglesia. Hasta los gestos y las acciones se juzgan ahora por su diafaneidad y capacidad de expresar las cosas santas que significan: son palabras en sentido amplio. Nada tiene pues, de extraño que el esfuerzo principal se dirija hacia el enriquecimiento de los textos, a la traducción y revisión de los mismos y, como consecuencia, a la multiplicación de los libros litúrgicos.
La implantación de un nuevo Leccionario en la celebración de la Eucaristía obedece fundamentalmente a esta misma necesidad. Pero se recomienda especialmente por el valor específico de la palabra inspirada. "En la celebración litúrgica la importancia de la Sagrada Escritura es sumamente grande. Pues de ella se toman las lecturas que luego se explican en la homilía, y los salmos que se cantan; y aún las preces, oraciones e himnos litúrgicos están penetrados de su espíritu y de ella reciben su significado las acciones y los signos" (SC n. 24).
Pastoralmente conviene, sobre todo, fijarse en dos aspectos que la reflexión teológica actual está poniendo en evidencia y que van a construir la clave de la puesta en práctica del nuevo Leccionario. Tales son: la actualización de la palabra inspirada y su relación con el rito de la Eucaristía.
U14231