Desde los días de Playa Girón, José Felipe Carneado recibió la nueva encomienda que el proceso revolucionario todavía incipiente le confiaba: lograr la comprensión, aplicación y observancia de la política del partido y del gobierno acerca de la religión, la iglesia y los creyentes.
Carneado empezó a moverse, desde entonces, tanto entre los grupos católicos como entre las confesiones protestantes y las religiones sincréticas. Su figura se hizo conocida. Y de esa tarea le viene el apelativo de "Monseñor" con que muchos lo hemos denominado.
Solo un claro talento y una comprensión verdaderamente leninista del entorno social, han hecho posible que Carneado cumpliera tan ejemplarmente la tarea que le fue encomendada. El hecho de que sea capaz de comprender y amparar los sentimientos y las ideas religiosas de católicos, protestantes y sincretistas, sin perder jamás el rumbo, sin hacer concesiones ni principios, sin usar tampoco indebidamente el poder de la revolución, claro y llano, sencillo y afable, es un mérito que no solo el partido reconoce, sino también los religiosos con los cuales ha compartido durante estas décadas, problemas y momentos de común alegría.
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