Como otras tantas obras póstumas, "El Sentido de la Vida" conserva también el alma de su autor. Aunque en ella el Obispo Gattinoni (Don Carlos) habla de la muerte, no es este el tema de su libro. Es la vida, la existencia cotidiana de hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, cuyas vidas "bajo el sol" llevan la marca de la sabiduría.
La muerte es sin duda el horizonte de la vida. Pero Gattinoni habla del sentido de la vida. Nada hay en las páginas de este libro de maníaca obsesión ante el fin inminente. No es, tampoco, contemplación extática ante la palpable cercanía de un áureo más allá. Son "reflexiones" sobre el presente. Es el último sermón, tan pastoral como cada acción de Don Carlos; es el Evangelio en toda su potencia, con sus demandas y esperanzas, con sufrimiento y alegría, tan concretamente práctico como cada instante de la vida.
"El Sentido de la Vida" es, más que un comentario exegético al libro de Eclesiastés, "pensamientos" que Gattinoni, pone en palabras con la autoridad y el amor que acumulo a lo largo de su vida, que no en vano le merecieron el reconocimiento y afecto de todo su pueblo.
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