La constatación insistente generalizada de que en la teología de la liberación estaba haciendo falta una cristología, tuvo como primera respuesta el importante libro de Boff, Jesucristo Liberador. Con esta obra se abrió el camino hacia una lectura historia de Jesucristo, desde el horizonte latinoamericano, en forma más sistemática. Se asumió la inquietud que los principales gestores del movimiento teológico habían resaltado. Coblin, Gutiérrez, Vidales, Assman, Miranda entre otros habían ya insinuado algunos primeros avances para esta lectura histórica. Delimitaron negativamente por dónde debería elaborarse una cristología de cuño latinoamericano.
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