El naufragio de un matrimonio y su consiguiente disolución de la pareja es un fenómeno cuyo aumento en la mayor parte de los países desarrollados alcanza ribetes espectaculares.
Actualmente, en Francia, uno de cada cuatro matrimonios corre peligro de malograrse: la dulzura de envejecer unidos es una perspectiva cada vez más ajena al estilo de vida imperante. Por supuesto, esta especie de enfermedad conyugal afecta tanto a las parejas casadas como a las que no lo están y, sobre todo, afecta a los hijos. Para los adultos es un momento doloroso que hará falta superar, una auténtica liberación cuando la convivencia ha gestado situaciones insostenibles o cuando aparece una nueva y vigorosa esperanza afectiva. Pero para los hijos se trata de otra clase de drama, y es tarea de los padres el lograr que tales vivencias no condicionen gravemente la personalidad infantil.
En esta obra se analizan las causas y las consecuencias del divorcio, al tiempo que se proponen los criterios más idóneos para paliar los aspectos negativos de la situación. Por otra parte, la autora opina que el fracaso matrimonial no comporta la desaparición de la familia: en todo caso, produce un nuevo tipo de familia, no nuclear, cuyo eje principal es la madre. Sería apresurado deducir que ello conduce a una sociedad matriarcal: más bien podría conducir hacia una sociedad materna.
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