A fines de 1988, algunos líderes de las iglesias de Centroamérica se dirigieron al CELEP para expresar sus inquietudes sobre varios aspectos del desenvolvimiento del Movimiento de Lausana en América Latina en general y en América Central en particular. Ellos observaron, por un lado, el gran desconocimiento del Pacto de Lausana (1974) en amplios sectores de las iglesias en la región y, por el otro lado, la contradicción en la práctica evangelizadora de los evangélicos centroamericanos identificados con Lausana, que, lejos de ser consecuente con la propuesta integral del Movimiento, es parcializada y descarnada.
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